domingo, 22 de marzo de 2009

Estoy perdiendo la memoria.


Salgo corriendo al carro y tengo que regresar a la casa porque dejé las llaves en el escritorio – no las tengo juntas, porque con las de la casa quito el candado para que los vecinos no se estacionen en mi lugar – entro a la casa y las busco por todas partes, volviéndome loco y siendo presa fácil de mis nervios.

Otro día salgo corriendo, y a medio camino me percato que dejé el fólder o que no hice la llamada que era obligada un día antes, y es ahí cuando me paralizo y me doy cuenta que estoy perdiendo la memoria.

A mis 22 años olvido las cosas que cuando llegan a mi son importantes y pese a todo el alboroto que puede crear entorno al tema, tengo la lucidez para saber que estoy perdiendo la memoria porque obligué a mi corazón a olvidarte, porque me olvidé y deje a un lado esas aspiraciones de superhéroe, porque olvidé el significado de inspirarme por alguien, he olvidado la importancia del amor y he dejado de escribir nuestras aventuras.

Esta falta de memoria que sufro todos los días es porque mi cuerpo es tan sabio que entiende que si te pude olvidar a ti, ¿cómo no voy a poder olvidar las cosas insignificantes de la vida?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maestro... qué forma de retratar la amnesia de muchos. Y es que el que escribe-un tio de casi 24 años con una memoria a corto plazo desechable-le ha pegado esta enorme entrada. Mis respetos maestro, que bárbaro, qué fortuna la mía de poder coexistir con seres tan grandiosos, entre ellos usted.

Ice Eastwood dijo...

Bri, siento un giro interesante en lo que escribes, podría decir incluso que me gusta más ahora. De cualquier modo la lectura debe seguir presente en el camino de tus letras. Me gusto el final es <3.
Un abrazo bonito.