Tras la muerte de 15 jóvenes acribillados a sangre fría en Cd. Juárez, y la movilización de los poderes del estado a la ciudad, de nueva cuenta nos ponemos a reflexionar sobre ésta ciudad fronteriza, atrás quedaron sus muertas y hoy son sus jóvenes.
La desgracia en Cd. Juárez va más allá de los gritos de su gobernador, echándose la culpa, incluso superan al Presidente permitiéndole a la señora que tuvo que perder a sus dos hijos, para tener el honor de estar a menos de 5 metros del Presidente de México, y que él le quitara al miembro del Estado Mayor, que ya iba a sacarla.
Creo que hemos llegado al colmo del cinismo, de la ingobernabilidad y del estado fallido, que persiste en mantener al ejercito en las calles, cuya cabeza ya tiene la facultad de hacer declaraciones políticas y esto no es más que un monstruo que soltándole la suficiente cuerda el mismo jefe de las fuerzas armadas puede perder el control.
Peor aún, la fuerza bruta de la policía federal y el ejército, demostró sí estar para atacar a los manifestantes, y estudiantes, y juarenses que por fin tienen la oportunidad de manifestarse y gritarle al amado Presidente, la policía y el ejercito sí puede contener a la gente, a los civiles pero nunca a los criminales.
Pobre Juárez, tan cerca de sus “gobernantes” y tan alejada de lo que fue.
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