martes, 16 de septiembre de 2008

Y la realidad nos alcanzó.


Con verdadero enojo, rabia e impotencia veo lo que pasó en Morelia, lo que veíamos lejano, el terrorismo, no por copiar lo que han dicho en las televisoras, cuando entrevisté a Rafael Perrin el genio detrás de “La dama de negro” y le pregunté la diferencia entre cuasar miedo y provocar terror y me revelaba que la diferencia está en que el terror es inesperado, no sabes cuando va a pasar.

Echar grandas de fragmentación a una plaza llena de gente libre, que voluntaria y espontáneamente fue a festejar a su plaza, porque no es de ningún partido, es la plaza de la gente y que terminé el sangre el grito de ¡Viva México!

La realidad nos ha alcanzado. Los pequeños delitos que hemos dejado pasar haciéndonos de la vista gorda han evolucionado al grado que no hay pudor, ni miedo en cometer un acto como este. La indeferencia ciudadana más la comodidad de los costosos sillones de piel donde se sientan los gobernantes y el gran monstruo de la delincuencia que parece incontrolable nos ha producido un gran dolor en el estomago, nos ha dejado león enjaulado en nuestras cabezas, pensando que hacer, ¿otra marcha? No, porque las usan para cobrar rescates, nos usan como camuflaje de su cobardía.

Firmemente creo que ya es hora de poner un hasta aquí, aunque seamos pocos los que queramos un cambio estructural ya no sigamos destrozando nuestro país, es hora de salvarlo del radicalismo, del fanatismo, de la tristeza, de la cultura de la muerte como acertadamente coincido con Monsiváis.

Y créanme que si puedo hallar un punto de coincidencia con Carlos Monsiváis, los panistas pueden unirse con los perredistas y viceversa.

Las confrontaciones multitudinarias como las que hemos vivido pues nos han hecho menos humanos en el sentido que mi interés es más fuerte que la patria que compartimos.

“Los terroristas intentan modificar nuestro comportamiento provocando miedo, incertidumbre y división en la sociedad.”

Patrick Kennedy.


No les demos el gusto a los malditos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Maestro Garcilita, totalmente con usted, la maldita libertad de vivir se diluye en la indiferencia. ¡Joder!. Ya le he agregado a mi remedo de blog.